miércoles, 20 de noviembre de 2013

ANTIGUA GRECIA

El término Antigua Grecia se refiere al período de la historia de Grecia que abarca desde la Edad Oscura de Grecia ca. 1200 a. C. y la invasión dórica, hasta el año 146 a. C. y la conquista romana de Grecia tras la batalla de Corinto. Se considera generalmente como la cultura seminal que sirvió de base a la civilización occidental. La cultura de Grecia tuvo una poderosa influencia sobre el Imperio romano, el cual la difundió a través de muchos de sus territorios de Europa. La civilización de los antiguos griegos ha sido enormemente influyente para la lengua, la política, los sistemas educativos, la filosofía, la ciencia y las artes, dando origen a la corriente renacentista de los siglos XV y XVI en Europa Occidental, y resurgiendo también durante los movimientos neoclásicos de los siglos XVIII y XIX en Europa y América. La civilización griega fue básicamente marítima, comercial y expansiva. Una realidad histórica en la que el componente geográfico jugó un papel crucial en la medida en que las características físicas del sur de la península de los Balcanes, por su accidentado relieve, dificultaban la actividad agrícola y las comunicaciones internas, y por su dilatada longitud de costas, favorecieron su expansión hacia ultramar. Un fenómeno sobre el que incidirían también de forma sustancial la presión demográfica originada por las sucesivas oleadas de pueblos (entre ellos aqueos, jonios ydorios) a lo largo del III y II milenios a. C.
Tras las civilizaciones minoica y micénica, en los siglos oscuros (entre el XIII y el XII a. C.) la fragmentación existente en la Hélade constituirá el marco en el que se desarrollarán pequeños núcleos políticos organizados en ciudades, las polis.
A lo largo del período arcaico (siglos VIII al V a. C.) y del clásico (siglo V a. C.), las polis fueron la verdadera unidad política, con sus instituciones, costumbres y sus leyes, y se constituyeron como el elemento identificador de una época. En el período arcaico ya se perfiló el protagonismo de dos ciudades, Esparta y Atenas, con modelos de organización política extremos entre el régimen aristocrático y la democracia. La actividad de las polis hacia ultramar fue un elemento importante de su propia existencia y dio lugar a luchas hegemónicas entre ellas y al desarrollo de un proceso de expansión colonial por la cuenca mediterránea. La decadencia de las polis favoreció su absorción por el reino de Macedonia a mediados del siglo IV a. C. y el inicio de un período con unas connotaciones nuevas, el helenístico, por el que la unificación de Grecia daría paso conAlejandro Magno a la construcción de un Imperio, sometiendo al Imperio aqueménida y al egipcio. En opinión de algunos especialistas, en esta fase la historia de Grecia volvía a formar parte de la historia de Oriente y se consumaría la síntesis entre el helenismo y el orientalismo.
 La Antigua Grecia se componía de varios centenares de ciudades-estado (polis) más o menos independientes. Esta situación era diferente que en la mayoría de las otras sociedades, que eran o tribus o reinos soberanos de territorios extensos. Sin duda la geografía de Grecia –dividida y subdividida por colinas, montañas y ríos– contribuía a la naturaleza fragmentada de la Antigua Grecia. Es probable que una estructura política similar existiera en las grandes ciudades-estado marítimas de Fenicia. Sin embargo, hasta cierto punto la situación era única en la Antigua Grecia. Por un lado, los griegos antiguos no dudaban que eran «un pueblo singular»; compartían la misma religión, la misma cultura básica y la misma lengua; además de ser muy conscientes de sus orígenes tribales; Heródoto pudo clasificar las ciudades-estado por tribu. Por otro lado, aunque existían estas relaciones de más alto nivel, parece que rara vez jugaban un papel en la política griega. La independencia de las polis se defendía con fiereza; los antiguos griegos rara vez contemplaban la unificación de Grecia. Aún cuando un grupo de ciudades-estado se aliaron para defender Grecia durante la segunda invasión persa, la inmensa mayoría de las polis se quedaban neutrales y, al derrotar a los persas, los «aliados» volvieron a sus luchas internas.




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